sábado, 29 de marzo de 2008

Silvando lunas

I
El aire escupe arena
Sobre equinos pensamientos desbocados.
Arrastra nombres y sombras a la grupa
Cada penumbra tizna pedregosa cuesta, imágenes.
Y las faenas, corcel alado de espanto, se tornan
pena de Picasso.
Aparece la fecha diaria de cantos fúnebres.
Los ya sorprendidos
jinetes de transporte y llanto.
Ahora reclamados en la añoranza de sus estribos.
Por mi orfandad que cabalga libre y
Pace entre campos muertos del pasado

II

Es diaria costumbre
Deslizar las arenas de mi barro, una a una
Que se confunden con arcilla
De cualquier forma y color,
De cualquier leyenda, Prometeo


III

De pronto nuestra infancia pasea,
Pude verla, en su ruta de seda,
Vestida de rojo fuego se acurruca
Bajo el paraguas de los sueños,
y Nos carga a cuestas como
Imanes desnudos y despiertos.
Como la flor se desprende
De su aroma y de su tallo
Antes de volver la mirada
A otro ser, a otra mirada.
Y nos trae azafrán entre sus miedos
Para teñir nuestros curtidos rostros.

IV

Por que todos los colores
Entre tú y yo
Alternan el sol
Que descubrió mi infancia.
Porque cotidiana actividad
Reclama tu emigrante gusto,
Vive el adiós paralelo
Nuestro punto de encuentro.
Porque es costumbre
Y no miento
Lo que día a día siento.


V

Mírame Dios
Como trema la intención
Sensitiva en palabras
Atando confusas letras
Con voluntad
Ya confundo
¡Qué me diste, sino,
Temblor dulce
Pensamiento triste.

VI

Estaré en ese bolsillo
De sorpresas
Cantando historias a tu oído
Guiare de tu mano
El desenfreno
Olvidando
La vida y los fantasmas.

VII

Aquí estoy
Reciclando versos
A la falda
De mis
Deshechos

VIII

Por un instante evoqué
Tu casa: balcón, adolescencia
Se trata de un fantasma
Besando los almendros
Brotados en abril
Donde después
Del tiempo acumulado
Apenas, si me reconocí